¿Qué hace humana a una ciudad inteligente?
La ciudad inteligente con alma humana
Con el Congreso EXPO i Smartcities Colombia 2025, líderes gubernamentales, expertos en transformación digital y urbanistas se preparan para debatir sobre las ciudades del futuro. Entre sensores IoT, redes 5G y vehículos autónomos, surge una pregunta fundamental: ¿qué hace humana a una ciudad inteligente?
Más allá de la tecnología, una ciudad verdaderamente inteligente pone a las personas en el centro. La inteligencia artificial (IA) no solo debe optimizar el tráfico o ahorrar energía. También debe mejorar el bienestar, reforzar la cohesión social y cuidar el desarrollo emocional de quienes habitan la ciudad.
Más allá de la tecnología: ciudades inteligentes centradas en las personas
La visión tradicional de “smart city” suele enfocarse en infraestructura y gadgets digitales. Sin embargo, expertos coinciden en que una ciudad es verdaderamente inteligente solo si mejora la vida de las personas. Como señala Gabriel Lanfranchi (CIPPEC), “ser una ciudad inteligente no tiene que ver exclusivamente con la incorporación de tecnología… La ciudad inteligente logra mejorar la calidad de vida de sus habitantes al mismo tiempo que garantiza su sostenibilidad” cippec.org. En otras palabras, los avances tecnológicos deben traducirse en bienestar real para la ciudadanía.
ONU-Hábitat comparte esta perspectiva: sus nuevas directrices internacionales subrayan que las necesidades y prioridades de las personas, los principios de inclusión y los derechos humanos deben impulsar la aplicación de la tecnología digital y no al revés, para garantizar una mejor calidad de vida para todos”. globalcitieshub.org. De hecho, los valores fundamentales de una ciudad inteligente centrada en las personas son la inclusividad, la equidad y la accesibilidad. Esto significa no dejar a nadie atrás: la tecnología ha de servir para construir urbes más seguras, sostenibles, resilientes e inclusivas, tal como propone también el Objetivo de Desarrollo Sostenible 11 de Naciones Unidas. En resumen, la ciudad del siglo XXI no será inteligente por sus dispositivos, sino por cómo éstos responden a las aspiraciones humanas.
IA para el bienestar urbano y la cohesión social
La inteligencia artificial puede ser un gran catalizador para este giro humanista en las ciudades. Bien empleada, la IA ayuda a los gobiernos locales a tomar decisiones más informadas, optimizar recursos y brindar mejores experiencias a la ciudadanía.
Las ciudades más avanzadas ya están aprovechando algoritmos para mejorar servicios de salud, educación, seguridad y participación comunitaria. El bienestar urbano abarca aspectos físicos, mentales y sociales: desde la calidad del aire hasta la salud mental de la población. En este sentido, surgen iniciativas como las Healthy Smart Cities, que proponen ir más allá de la sostenibilidad y la eficiencia para priorizar los factores que inciden en la salud y el bienestar de los ciudadanos.
Salud mental y entorno urbano: diseñar emociones con IA
Por ejemplo, IA aplicada a la salud pública permite detectar patrones de enfermedad, monitorear la calidad ambiental en tiempo real o brindar apoyo psicológico mediante chatbots inteligentes.
De igual modo, en la planificación urbana, considerar el bienestar emocional es crucial: cada decisión de urbanismo influye en la psique colectiva. No es solo una cuestión estética — “la ubicación de los servicios, la estructura de las calles… y la ausencia de espacios de socialización configuran el terreno emocional de la vida urbana”, advierte un informe del Foro Económico Mundial. Una ciudad con alma cuida estos detalles, y la IA puede ayudar identificando qué entornos generan estrés o felicidad, para así orientar intervenciones urbanas que fomenten la salud mental y la cohesión.
Figura – La IA puede mapear el “latido emocional” de la ciudad. Un estudio reciente analizó publicaciones en redes sociales con algoritmos de visión e idioma, creando un mapa de sentimientos urbanos que identifica dónde la gente se siente feliz, triste o segura. Esta herramienta de “sentiment analysis” urbana ofrece a los planificadores una visualización en tiempo real de las emociones ciudadanas. Con tales datos, los líderes pueden detectar zonas de estrés o de entusiasmo comunitario y tomar medidas proactivas. Los investigadores imaginan un futuro cercano en que estos indicadores emocionales formen parte de los dashboards municipales, “diseñando ciudades que no solo funcionen bien sino que también se sientan bien para quienes las habitan”.
La cohesión social es otro pilar de una ciudad “humana”. La tecnología de IA, si se aplica con visión inclusiva, puede estrechar lazos comunitarios en lugar de debilitarlos. Un ejemplo es el uso de plataformas digitales participativas impulsadas por IA para involucrar a la ciudadanía en las decisiones locales – desde encuestas de satisfacción hasta presupuestos participativos analizados con algoritmos. Según la OCDE, el objetivo es que las ciudades inteligentes “impulsen el bienestar de los ciudadanos, promuevan entornos sostenibles y optimicen la entrega de servicios públicos”. Esto significa aplicar IA para, por ejemplo, personalizar la educación (atendiendo a distintos ritmos de aprendizaje), mejorar la movilidad inclusiva (rutas más seguras para adultos mayores o personas con discapacidad) y asegurar que todos puedan acceder a los beneficios de la digitalización.
Movilidad inclusiva y participación ciudadana: IA al servicio del bien común
De hecho, la IA ya se usa para hacer más segura e inclusiva la movilidad – como en proyectos de transporte público inteligente que priorizan a usuarios vulnerables– y para fortalecer la resiliencia comunitaria, mediante sistemas que difunden información y coordinan ayuda en emergencias con participación ciudadana. En síntesis, una IA orientada al bien común puede ayudar a que la ciudad sea un lugar de encuentro y apoyo mutuo, donde la diversidad se valore y ningún colectivo quede excluido.
Decisiones públicas con datos y empatía: el factor humano en la IA
Lograr ciudades inteligentes más humanas no significa rechazar el dato o la automatización, sino integrarlos con inteligencia socioemocional y ética. Los gobiernos municipales del futuro cercano deberán apoyarse en análisis de datos masivos para entender qué funciona y qué no, pero siempre poniendo rostro humano a las cifras. Esto requiere nuevas competencias técnicas y socioemocionales. De poco sirve un algoritmo brillante si los responsables no entienden las necesidades emocionales de la población o si la ciudadanía desconfía de las herramientas.
Datos con rostro humano: nuevas competencias para una nueva gobernanza
En este punto, la formación en habilidades blandas – soft skills – y la participación son cruciales: la propia ONU-Hábitat enfatiza la educación digital de funcionarios y habitantes para que todos puedan beneficiarse de los servicios inteligentes. Asimismo, insiste en adoptar marcos de derechos humanos para mitigar riesgos, garantizando que la IA urbana sea ética, transparente y libre de sesgos.
Evaluar el talento sin sesgos: una IA que cuida a las personas
Un ejemplo destacado de enfoque humanista en IA es el trabajo de Human AI Tech, la IA tras este blog. Nuestra empresa aplica la inteligencia artificial para valorar y desarrollar competencias socioemocionales en las personas de forma objetiva. ¿Por qué es relevante para las ciudades inteligentes? Porque una ciudad centrada en las personas también necesita instituciones y equipos con inteligencia socioemocional. Proyectos como Human AI demuestran que la IA puede servir para evaluar el talento sin sesgos, identificar potencial en cada persona y fomentar su bienestar en entornos laborales y educativos.
Al incorporar estas herramientas en el sector público, imaginemos procesos de selección de personal más justos, planes de capacitación personalizados o evaluaciones de políticas públicas que consideren el impacto emocional en la ciudadanía. En definitiva, se trata de tomar decisiones basadas en datos rigurosos pero alineadas con la empatía y la justicia social. La IA no reemplaza el juicio humano, pero ofrece otra manera de detectar patrones y tendencias que de otro modo pasarían desapercibidos, lo que puede conducir a decisiones más inteligentes. El desafío es aprovechar esa capacidad para enriquecer – no suplantar – la deliberación humana, logrando políticas más informadas a la vez que sensibles.
Hacia la ciudad inteligente más humana
Cuando la inteligencia artificial se pone verdaderamente al servicio de las personas, la ciudad deja de ser un mero amasijo de sensores y datos para convertirse en una comunidad enriquecida, donde la tecnología amplifica la calidad de vida, la felicidad y la justicia.
En este panorama, una farola inteligente no solo ahorra energía, sino que también hace las calles más seguras y acogedoras; un sistema de datos urbanísticos optimiza el tráfico. Pero también orienta el crecimiento con sentido humano, evita brechas sociales y cuida la salud mental colectiva.
Los líderes públicos que visiten EXPO i Colombia 2025 encontrarán en la conjunción de IA + humanismo la clave para reimaginar sus ciudades. La promesa de las ciudades inteligentes humanizadas es que cada avance digital lleve incorporado un progreso social. Esta es la brújula que debe guiar la transformación urbana: tecnología con propósito humano, decisiones con corazón y datos con empatía. Solo así la “smart city” hará honor a su nombre, trascendiendo lo técnico para convertirse en un verdadero hogar para todos sus habitantes.