Personalidad y desarrollo profesional

Nuestra personalidad puede ser un factor determinante en nuestro desarrollo y trayectoria profesional. Pero ¿el trabajo puede llegar a cambiar tu personalidad? ¿o es tu personalidad capaz de cambiar tu entorno laboral? ¿De qué manera puede ayudarnos conocer los rasgos de personalidad para el desempeño del trabajo y el desarrollo profesional?

Los idiomas, la experiencia, la formación académica, los conocimientos o habilidades técnicas son elementos fundamentales a la hora de desempeñar y potenciar la propia trayectoria profesional; pero hay un elemento que, aún pasando quizás desapercibido, también ejerce una enorme influencia tanto en el puesto de trabajo como en la cultura empresarial: la personalidad. 

La personalidad inacabada

Las personas venimos con una mochila dada: nuestra genética, nuestro temperamento. Dentro de ella vamos metiendo y desarrollando diferentes recursos: conocimientos, talentos, capacidades… tanto cognitivas, como socioemocionales. Adquirimos un peso y un poso que nos va haciendo ser quienes somos: nos forjan el carácter, nos moldean nuestra personalidad. 

“Somos seres inacabados” afirma Paulo Freire,  “y es precisamente ahí, en esta radicalidad de la experiencia humana, que reside la posibilidad de la educación”. A lo largo del desarrollo y crecimiento personal, tanto educativo como profesional, existen ciertos factores de la personalidad que son y seguirán siendo maleables. Siempre podemos llegar a más, ser más, ser mejores. 

Un binomio inseparable: Trabajo y personalidad 

En el trabajo, la personalidad puede manifestarse de diversas maneras, como en el modo de comunicarse, de resolver problemas, de liderar o de trabajar en equipo. El promotor, el multitask, el investigador, el estratega, el comunicador… La forma en que una persona interactúa con los demás, se enfrenta a desafíos y se adapta a diferentes situaciones tienen un impacto significativo tanto en su trayectoria laboral como empresarial. Es bueno, según los expertos de recursos humanos, que toda empresa cuente con diversas personalidades que puedan aportar a la organización un valor, que enriquezcan los equipos de trabajo, los departamentos. 

El binomio trabajo-personalidad es bidireccional: “el obrar sigue al ser (la personalidad)” – diríamos con Tomás de Aquino –  nuestras acciones, tanto personales como laborales, responden a cómo somos; pero también podemos decir que “el ser (la personalidad) sigue al obrar”; esto es, según vayamos actuando y decidiendo en nuestras circunstancias nos vamos moldeando de una manera u otra, potenciando unos rasgos u otros, siendo capaces de cambiar el ambiente y el entorno.  

Evaluación de la personalidad 

Si bien no existe una «personalidad perfecta e ideal» para tener éxito laboral; ciertas características pueden ser favorables en determinados roles o sectores. Por ejemplo, la extroversión puede ser beneficiosa en trabajos que requieren interactuar con muchas personas, mientras que la introversión puede ser valiosa en roles que requieren un enfoque más analítico y concentrado. La capacidad de adaptación, la resiliencia, la proactividad y la capacidad de trabajar en equipo también son rasgos valorados en el ámbito laboral.

La personalidad puede medirse mediante diferentes pruebas o tests de evaluación.  El desempeño laboral es difícil de predecir, sin embargo, basados en el modelo de evaluación OCEAN existen diferentes análisis y estudios científicos que muestran su relevancia e impacto de los factores y facetas de la personalidad:

  • La Responsabilidad y la Amabilidad son relevantes para el éxito en muchos trabajos, desde niveles bajos a altos de complejidad laboral. 
  • La faceta «Competencia» (o autoeficacia), dentro del factor Responsabilidad, y el desempeño laboral correlacionan significativamente. 

Desarrollo personal y profesional 

Conocernos  – y conocer a nuestros compañeros de trabajo –  permite  descubrir en qué ámbitos somos especialmente buenos, dónde mejorar, dónde moldearnos mejor y así poder orientarnos hacia determinadas áreas, proyectos o sectores; posibilitando, de esta forma, un crecimiento tanto personal como profesional. 

Nuestra personalidad, por tanto, impacta en nuestro desarrollo, tanto en sentido positivo como negativo. El desarrollo personal y profesional es un proceso continuo que requiere esfuerzo y dedicación, por lo que es esencial trabajar en el fortalecimiento de habilidades sociales y emocionales, como la capacidad de liderazgo, la inteligencia emocional, la resiliencia, entre otras competencias; alcanzando las metas profesionales y potenciando  el propio desarrollo humano. 

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