Educación y aprendizaje socioemocional
En estos últimos años se ha generado un movimiento a favor de promover, difundir y desarrollar la educación emocional como innovación psicopedagógica.
En el informe Replantear la educación (Unesco, 2015) se certifica la necesidad de superar el aprendizaje académico tradicional y de propiciar un planteamiento holístico de la educación y del aprendizaje, para superar las dicotomías tradicionales entre los aspectos cognitivos, emocionales y éticos.
Inteligencia emocional
El constructo de inteligencia ha experimentado una ampliación conceptual muy importante, especialmente a partir de la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner (1993), la cual ha tenido una gran repercusión en la atención a la diversidad en el contexto educativo.
“Habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, acceder y generar sentimientos que faciliten el pensamiento, comprender emociones y regularlas para permitir el crecimiento emocional e intelectual”.
Mayer & Salovey, 1997, What is emotional intelligence?
La deliberación académica acerca de este concepto es larga e interesante: el desarrollo del concepto de inteligencia emocional, Salovey y Mayer (1990), Goleman, D. (1995), la inteligencia interpersonal y la intrapersonal, Gardner 1993 ; la inteligencia personal, Sternberg (2000), la llamada competencia social por Rose-Krasnor (1997), Cherniss (2000), Topping, Bremmer y Holmes (2000) y Zirkel, (2000); etc.
Bajo el término de inteligencia emocional se encuentran diversas concepciones que permiten entender esta realidad como mínimo de tres formas: como movimiento cultural, como rasgo de personalidad y como capacidad mental.
De inteligencia a educación emocional
Desde el punto de vista educativo, se prefiere hablar, en vez de inteligencia; de educación emocional; poniendo el énfasis en la interacción entre la persona y el ambiente y, como consecuencia, se confiere gran importancia al aprendizaje y al progreso de la persona en estas competencias.
“La educación emocional se entiende como el proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo integral de la persona, con objeto de capacitarla para la vida”.
Bisquerra, R. (2009b). Orientació psicopedagògica, educació emocional i ciutadania.
El concepto de educación emocional es más amplio que el de inteligencia emocional, aunque se fundamenta en ella; posee un carácter integrador y abierto. En él se recogen aportaciones de la neurociencia, de las investigaciones sobre la psicología positiva y el bienestar subjetivo, el concepto de fluir, entre otros.
En medio del debate conceptual, se destaca un punto en común: la existencia de un conjunto de competencias emocionales, con un gran valor para la vida, competencias que pueden ser aprendidas y adquiridas. La educación emocional por tanto tiene como objetivo contribuir a este desarrollo integral.
La implicación educativa de esta afirmación es muy clara: es preciso centrar los esfuerzos en el desarrollo de competencias emocionales y delegar a la psicología la dilucidación en torno al constructo de inteligencia emocional.
Educación emocional al servicio del desarrollo de competencias
Desde este enfoque educativo, no es suficiente con realizar «algunas actividades» de vez en cuando. Se precisa un trabajo intencional, sistemático y efectivo que requiera de un conjunto organizado, coherente e integrado de actividades articuladas entre sí con un propósito común.
- Aprender a motivarse.
- Afrontar la frustración.
- Controlar la ira y la conducta impulsiva.
- Desarrollar y difundir el sentido del humor.
- Generar y autogenerarse emociones positivas.
- Fomentar la empatía.
- Demorar la gratificación.
Esta constituye una breve lista de competencias emocionales cuyo desarrollo permite estar mejor preparados para la vida, favoreciendo aspectos tales como los procesos de aprendizaje, las relaciones interpersonales, la resolución de problemas y la consecución y mantenimiento de un potencial puesto de trabajo, fomentando una predisposición al aprendizaje, en la reducción de la conflictividad, reducción de comportamientos de riesgo, mejora del clima del aula, entre otros beneficios.
“ Las competencias emocionales son el conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales”.
Pérez, N, & Filella, G. (2019). Educación emocional para el desarrollo de competencias emocionales en niños y adolescentes. Praxis & Saber
Educar personas, más que inteligencias
En el ecosistema educativo hay una convicción clara: los profesores acuden a sus clases con ganas de transformar personas, no inteligencias.
Los estudiantes son sujetos susceptibles de asumir no solo habilidades y competencias técnicas o cognoscitivas sino competencias en las que aprendan a desenvolverse en cualquier situación, desafío y oportunidad, ya sea personal, familiar o profesional; de modo que pongan en juego y en práctica todo lo aprendido y adquirido en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Tener en cuenta esta implicación conlleva en el marco educativo diseñar intervenciones personalizadas y adaptadas a los destinatarios con una metodología activa y motivadora. En este sentido, conviene recordar que un elemento clave previo a la implementación de programas de educación emocional: la formación de los educadores encargados de su aplicación.
Cfr. «Educación emocional para el desarrollo de competencias emocionales en niños y adolescentes«
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